¿Por
quién votar este 4 de febrero?
A propósito titulé este
artículo bajo el signo de pregunta y utilicé el pronombre relativo
<<quién>> porque el morbo y el interés que despierta conocer como
votará nuestro vecino, amigo o conocido en RRSS muchas veces suele ser más
fuerte que otras consideraciones, ya sea para coincidir con ese voto o forma de
pensar, o bien, ya sea para contrariar o disentir.
Pero en realidad mi artículo
debería titularse <<Porqué votar este 4 de febrero>>
El cambio adrede entre el <<quién>>
y el <<qué>> se debe a que no me siento en capacidad de sugerir
ninguno de los 13 nombres que compiten pues ni yo mismo me encuentro decidido y
esperaré mayores acontecimientos y los debates para tomar mi decisión. A fin de
cuentas, el voto debe de ser una decisión muy íntima y que se manifiesta en la
urna y la conciencia de cada quien.
Ahora que usted sabe que no
le diré por quién votar, espero al menos lea estas pocas líneas de las razones
que si me interesa expresar acerca de la necesidad de por qué se debe de votar,
empezando por las razones históricas.
Hace apenas 70 años el voto
popular era irrespetado en Costa Rica, no existía el Tribunal Supremo de
Elecciones y el Congreso de la República, hoy Asamblea Legislativa, podía y
tenía la potestad constitucional (Constitución Política de 1871) de declarar al
electo o anular la elección.
Esas facultades poco
objetivas y definitivamente parciales, generaron los llamados hechos políticos
y civiles de 1948 que culminaron con la fundación de la Segunda República de la
que todavía disfrutamos.
Fue hasta el 30 de julio de
1950 que las mujeres pudieron sufragar, un total 348 mujeres de las comunidades
de La Tigra y La Fortuna emitieron su derecho al voto por primera vez en la
historia del país, durante un plebiscito en que sus pobladoras/es optaron por
pertenecer a San Carlos.[1]
Entonces el voto, el derecho
de elegir a quien nos parezca y se nos venga en gana, es el fruto de las luchas
de muchas y muchos antepasados, una herencia que debemos de valorar y cuidar
con celo.
Pero si las razones
históricas no son suficientes tal vez resulte interesante adentrarse en la
perspectiva sociológica del voto y entender que más allá de la ideología y
partidismos, el voto es un importante mecanismo de participación social,
integración y sentido de pertenencia.
Es mediante el voto que nos
sentimos parte de nuestra comunidad y país y entendemos que nuestra decisión
tiene valor jurídico y efectos sobre los representantes populares, sus aciertos
y errores, es así como podemos influenciar el futuro de la nación. El voto nos
hace poderosos, siempre y cuando ejerzamos ese poder.
Hoy en día se encuentra en
debate el beneficio o no del voto obligatorio que es una práctica de otros
países en la que se requiere que las
personas voten en las elecciones obligatoriamente y si el ciudadano no se
presenta o justifica su ausencia en la urna, puede ser castigado con multas o
servicios comunitarios.[2]
En nuestro país, si bien es
cierto, la Constitución Política en su artículo 93 establece que el sufragio es
una función primordial y obligatoria, lo cierto es que no existen sanciones
para quienes no se presenten a las urnas a manifestar su voluntad y esto me
lleva a la tercera de las razones por las que se debe votar este próximo 4 de
febrero.
De acuerdo con los
resultados de la última elección presidencial en primera ronda, el abstencionismo
fue de 31,81 % nivel muy similar al de las contiendas anteriores y lo que representó para ese año 2014 que 979.102
costarricenses dejarán de ejercer su derecho al voto.
Si se compara el nivel de
abstencionismo con los votos recibidos por los candidatos en las elecciones de
2014, es fácil llegar a la conclusión matemática de que quienes se abstienen
fueron mayoría. Así por ejemplo, nuestro actual Presidente obtuvo en primera
ronda cerca de 630 mil votos.
Incluso los abstencionistas
fueron más en la segunda vuelta pues los resultados que dieron como ganador al
candidato del Partido Acción Ciudadana, quien obtuvo el 77,8% de la votación
frente a un 22,2% de los votos de su oponente Araya Monge, arrojan una participación
de 56,5% y consecuentemente un nivel de abstencionismo del 43,5 es decir 1millón
339 mil 086 ticos que no fueron a las urnas, cifra que nuevamente es mayor que
el millón 300 mil 434 votos que recibió don Luis Guillermo Solís.
Entonces, si asumiéramos
todos y cada uno de nosotros la obligación de ir a votar y a elegir, quien
resulte electo lo es por verdadera, auténtica y matemática decisión de las
mayorías y no como desdichadamente se viene dando en el país, pues quien
resulta electo no lo es por una mayoría de votantes, sino apenas por una
mayoría de quienes se acercaron a las urnas, lo que debilita su mandato y
entorpece su futura función.
En conclusión la tercera
razón es no formar parte de una mayoría que decide que sea la minoría la que
elija quien gobernará.
De modo que, ya sea por
honrar a nuestros antepasados y sus luchas para hacer del sufragio algo
valedero, ya sea por nuestra convicción de que participando podemos influir en
las decisiones que afectan a nuestro propio futuro o el futuro de nuestros
hijos o por el no tan simple hecho de que las decisiones fundamentales no deben
de recaer en manos de una minoría, tenemos muchas y valederas razones del por
qué votar este próximo 4 de febrero.
Hay mucho por que votar.